El bagre ganó la puerta y salió rumbo al arroyo
Hombre que supo ser llevadero, aura que dijo, fue un tal Anular Gandúl, el casau con Apócrifa Visual, hija del viejo Visaul, que eran tres: Fallutita, Mentirola, y la tal Apócrifa, que con Anular se conocieron en el velorio de Palangano Mocheto, que tuvo la muerte del terrón de azúcar porque murió en un café. Eso en los tiempos del azúcar en terrón, que no había que sacudirlo como ahora con el sobrecito, que es un peligro porque uno se descuida por mirar la rubia que pasa, y capaz que le pega al pocillo, salta el pocillo, salpica a una vieja y con la cucharita que sale como chijete le saca un ojo a un señor, cosa que no peligraba con el terrón.
Y Anular salió llevadero de llevar. Ligero de mano pal agarre con disimulo. En las fiestas era un despiporre, y si lo descuidaba, se metía media torta de frutilla abajo del poncho. Y como le digo frutilla, le digo chantillí. Y una vuelta iba como bobiando por la orilla de un arroyo cuando justo va un pescador y engancha un bruto bagre, lo tira pa atrás, así, el bicho cae entre los pastos, y va Anular Gandúl y lo levanta, y se lo mete en la camisa y sigue caminando mientras el otro, como un abombau, buscaba el bagre entre los yuyos.
Anular Gandúl llegó al boliche El Resorte con el bagre abajo e la camisa, saludó, se acodó, y antes de que pidiera nada, el gato barcino, que estaba en aquella punta del mostrador, lo miró fijo, le clavó las vistas en la camisa, y a lo que vio algo que se movía se le acercó, el gato, y va y le siente olor a pescado. Fue olerlo, y allí mismito se agazapó, pronto pa saltarle.
Ahí el hombre se sintió molesto porque una aleta del bagre le rascaba el costillar, se abrió la camisa, y saltó el bicho pal mostrador. A lo que lo vio, el gato le bufó de lomo arqueado. Se ve que el bagre algo malició, porque con la misma ganó la puerta y salió campo afuera en dirección pal arroyo. Y atrás el gato. A los saltos, con apoyo en la cola, el bagre era asunto serio pa la disparada, pero el barcino lo llevaba cortito. Llegó el pescado al borde del arroyo con la idea de zambullirse lo antes posible, pero no le dio el resuello y quedó allí, en la orilla nomás, viendo como el felino se le acercaba con aquellas malvadas intenciones. Pero algo le dio al barcino, como un sentimiento le dio, y en lugar de saltarle arriba con las garras, lo empujó suavecito con una pata y lo hizo caer al agua. !Una fiesta aquel bagre!. Saltaba y hacía piruetas en el aire, lo mismo que un delfín, pero con bigote.
Después, cada tanto, cuando llovía y la seguidilla de charcos facilitaba la cosa, el bagre se iba hasta El Resorte, se asomaba a la ventana, y lo saludaba al barcino, de puro agradecido nomás.
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