martes, 2 de abril de 2013

Día Internacional del Libro Infantil y Juvenil

Desde 1967, el 2 de abril se celebra el Día Internacional del Libro Infantil y Juvenil, con el fin de promocionar la lectura entre los jóvenes. La fecha coincide con la fecha del nacimiento del escritor danés Hans Christian Andersen, famoso autor de literatura infantil.




Cada año una Sección Nacional de la OEPLI Organización Española Para el Libro Infantil y Juvenil -  patrocina el Día del Libro Infantil y selecciona un escritor/a y a un ilustrador/a de su país para los represente, elaborando un mensaje dirigido a todos los niños del mundo.
Este año le tocó  el turno a México y ha sido Francisco Hinojosa,  poeta, narrador y editor  mexicano, el autor del mensaje.


Había una vez un cuento que contaba el mundo entero


Había una vez un cuento que contaba el mundo entero. Ese cuento en realidad no era uno solo, sino muchos más que empezaron a  poblar el mundo con sus historias de niñas desobedientes y lobos  seductores, de zapatillas de cristal y príncipes enamorados, de  gatos ingeniosos y soldaditos de plomo, de gigantes bonachones  y fábricas de chocolate. Lo poblaron de palabras, de inteligencia,  de imágenes, de personajes extraordinarios. Le permitieron reír,  asombrarse, convivir. Lo cargaron de significados. Y desde entonces  esos cuentos han continuado multiplicándose para decirnos mil y una  veces “Había una vez un cuento que contaba el mundo entero…”

Al leer, al contar o al escuchar cuentos estamos ejercitando la imaginación, como si fuera necesario  darle entrenamiento para mantenerla en forma. Algún día, seguramente sin que lo sepamos, una de esas  historias acudirá a nuestras vidas para ofrecernos soluciones creativas a los obstáculos que se nos  presenten en el camino.

Al leer, al contar o al escuchar cuentos en voz alta también estamos repitiendo un ritual muy antiguo  que ha cumplido un papel fundamental en la historia de la civilización: hacer comunidad Alrededor de  esos cuentos se han reunido las culturas, las épocas y las generaciones para decirnos que somos uno solo  los japoneses, los alemanes y los mexicanos; aquellos que vivieron en el siglo XVII y nosotros que leemos  un cuento en internet; los abuelos, los padres y los hijos. Los cuentos nos llenan por igual a los seres  humanos, a pesar de nuestras enormes diferencias, porque todos somos, en el fondo, sus protagonistas.

Al contrario de los organismos vivos, que nacen, se reproducen y mueren, los cuentos, que surgen  colmados de fertilidad, pueden ser inmortales. En especial aquellos de tradición popular que se adecúan  a las circunstancias al contexto del presente en el que son contados o reescritos. Se trata de cuentos que,  al reproducirlos o escucharlos os convierten en sus coautores.

Y había una vez, también, un país lleno de mitos, cuentos y leyendas que viajaron por siglos, de boca en  boca, para exhibir su idea de la creación, para narrar su historia, para ofrecer su riqueza cultural, para excitar  la curiosidad y llenar de sonrisas los labios. Era también un país en el que pocos de sus pobladores tenían  acceso a los libros. Pero esa es una historia que ya ha empezado a cambiar. Hoy los cuentos están llegando  cada vez más a rincones apartados de mi país, México. Y al encontrarse con sus lectores están cumpliendo  con su papel de hacer comunidad, hacer familia y hacer individuos con mayor posibilidad de ser felices.

Francisco Hinojosa


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